jueves, 12 de enero de 2012

Todas ellas me habitan





Mi poema favorito, de una belleza y una intensidad que quita el aliento. 

Esta obra tan inspirada es de Isabel Zerpa




Todas ellas me habitan

Me quedo con las fantasías.
Me quedo con los intentos fallidos que nos llenan el alma y la piel.
Me quedo con la nostalgia, con la música, con las canciones,
con estas palabras
que nunca leeré en voz alta.
Me quedo con ese lugar común de "lo que pudo haber sido y no fue"
Me quedo con la fábrica de sueños,
con la fuerza entrecortada del deseo velado,
con el suspiro inacabado,
con la sonrisa convertida en mueca.
Me quedo con la puñalada feroz.
Me quedo con los gritos de mis entrañas silenciadas
por el miedo a descubrirme, a descubrirte,
a que me descubras, a que nos descubran,
al descubrimiento.
Me quedo contigo, amante imaginario,
construido a fuerza de ausencias,
concebido con brazos amorosos,
besado y devorado en cálidos días de agosto.
Me quedo con tu piel de piel de durazno.
Me quedo con el sueño de tus pasiones desbordadas,
guardadas celosamente en cada celda de mi imaginario.
Me quedo conmigo, insensata
intensa soñadora,
amante desbocada
arbolaria,
tierna, apasionada,
de cristal y de madera,
delicada y destructora,
de agua y fuego,
de arena y barro.
Me quedo conmigo,
mujer de verdad y de mentira,
de aire y piel,
de hierro forjado y de temblores almibarados.
Me quedo con mi sexo,
inundado y quejumbroso,
mar profundo de olas juguetonas,
salobre y enigmático.
Me quedo con mi cuerpo accidentado, inquisitivo e intenso,
con mi piel experimentada y signada de experiencias.
Me quedo con mi arquitectura sinuosa y contradictoria
con mi carne, marcada por lo que la vida me ha regalado,
incluyendo todo lo que he perdido.
Me quedo con mis huesos que sostienen todo lo que soy y lo que
quisiera ser.
Me quedo con mi boca que ha degustado placeres y dolores
que ha pronunciado palabras sencillas y silvestres
y ha proferido frases lapidarias.
Me quedo con mis labios
que han besado y han quebrantado promesas.
Me quedo con todas las mujeres que me habitan:
con la intelectual que analiza,
que investiga, que escudriña, que trata de buscar sentidos y
verdades
aunque la mayoría de las veces no los encuentre;
con la monja que aprendió a rezar y busca a Dios por compañero
y lo encuentra
a pesar de ella misma.
Me quedo con la meretriz que nunca me abandona,
que besa, que muerde, que araña, que goza,
que sufre, que ríe, que llora, que engaña,
que encanta.
Me quedo
con la aprendiz de novicia adolescente,
que jugaba a ser monja,
potencialmente mujer desaforada,
negándose a sí misma,
confundida en retiros espirituales y convivencias religiosas.
Me quedo, con el demonio que en el convento alborotaba mi falda
y profería herejías,
diciéndome verdades al oído,
gritando otras que yo alguna vez he repetido.
Me quedo con los otros demonios que se proyectan a través de mí,
en mis actitudes y respuestas.
Me quedo con la síntesis de todas las mujeres que viven en mí,
Me quedo con lo mejor y lo peor de cada una de ellas,
con sus momentos sublimes y con sus fracasos.
Me quedo especialmente con la niña,
que juega con cada una de estas mujeres
y escoge ser una de ellas, según soplen los vientos de su alma.
Me quedo con todos los espacios lúdicos de esta mujer que nunca
renunciará a ser niña
Y con esta niña que ha sentido el placer y el dolor de ser mujer.
Me quedo con todos los espacios insólitos
donde esa niña y esa mujer que viven en mí,
se enfrentan y se reconcilian,
al punto de no separarse y fusionarse sin reservas
indistintamente
de cada acción acometida,
de cada decisión tomada,
de cada entrega de la piel y del intelecto.
Me quedo con la bruja que dirige mi vida todos los días,
me quedo con mi ser intuitivo y mis sueños premonitorios,
con el Mago Merlín que vive en mi corazón
y con las brujas de Salem sacrificadas en todas las ocasiones
donde no soy comprendida y no soy capaz de comprender a los
demás.
Me quedo con los sortilegios, con las infusiones y con todos y cada
uno de mis despojos.
Me quedo con mis vestidos de flores y mis pulseras
con los aires de gitana que alguna vez me envolvieron.
Me quedo con mis añoranzas y mis saudades
con el ritmo de la samba y mis amantes furtivos,
con el canto del agua y mis fantasías marinas.
Me quedo con mi Dios y con todas mis infidelidades
con mi madurez tan cercana a mi infancia,
me quedo con mi infancia,
plena de sonrisas y preñada de angustias,
con los juegos de té, con las muñecas de papel y los trencitos de
madera.
Me quedo con las navidades rotas y
con mis caleidoscopios,
con mi mundo de cristal
donde se transparentan todas mis culpas y todas mis alegrías.
Me quedo sin fórmulas ni protocolos.
Descubro mi cuerpo y mi espíritu desnudos
y los dejo reposar sobre estos versos escritos
en la tierra mojada.
Hundo mis pies en la arena tibia y reposada del atardecer.
Y finalmente
descubro el sentido de la felicidad.



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